El verano ya va de capa caída, el viajero tras haber pasado sus “vacaciones veraniegas de jubilado” ha retornado a sus “cuarteles de invierno”; desde la ciudad donde reside echa de menos los buenos ratos de ocio que ha pasado en Salvatierra de los Barros. En el pueblo el tiempo transcurre lento y apacible, allí no existen las prisas, ¿para qué?, en el pueblo el tiempo parece que se detiene y no da lugar al aburrimiento.
El viajero echa de menos las tertulias matutinas en el Atrio o las vespertinas en los bancos de la Plaza en la “perrunilla”, también los paseos por el mercadillo de los miércoles y sábados en el Matadero, las correrías por el campo, por el Castillo y convento, por los Baños del Moral, etc. y el deambular por las calles saludando a unos y a otros y en muchas ocasiones parándose para saludar y conversar con cualquier vecino.
Aquí, en la ciudad, las prisas, los coches, el andar por las calles cruzándose con gentes a las que no conoce y donde nadie saluda a nadie, debido a que aquí la mayoría somos forasteros; todo este cúmulo de circunstancias, le hacen añorar al viajero los ratos apacibles que ha pasado en Salvatierra durante el verano.
La fotografía nos muestra un rincón del mercadillo que se celebra en la Plaza del Matadero, en ella queda reflejada la tranquilidad y el sosiego que disfrutan nuestros vecinos, aquí la gente que no tiene prisa, compran y mientras compran, charlan o dejan pasar simplemente el tiempo, no hay ninguna prisa…
(2 de octubre de 2014)