El viajero le ha dado unas cuantas de vueltas al asunto, al fin se ha decidido a sacar esta fotografía, es su madre DOLORES SOCORRO PÉREZ, la que figura en la misma.
Aunque la señá Dolores, no era de Salvatierra de los Barros, bien la podemos considerar como hija de nuestro pueblo, no por menos en él tiene enterrado a su esposo el señó Julián el Guardia, dos de sus hijos están casados con naturales del pueblo, uno el que esto escribe, la otra su hermana Dolores la tercera, mi hermana Isabel, con vinculaciones muy personales en Salvatierra.
Dolores Socorro nació en 1917 en Telde, una ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en la llamada Playa de Melenara, se crio en el seno de una familia más que numerosa, eran 10 hermanos y de condición humilde, muy cristianos y buena gente.
En 1941 se casó con mi padre Julián Guerrero Torvisco de profesión guardia civil y con él se trasladó a la Península, para no volver más a su querida y añorada tierra canaria.
Ella nos inculcó el amor a aquella tierra, a sus cantos: isas, folias, malagueñas.., a su gastronomía, a sus tradiciones. No olvidó nunca sus orígenes, siempre tenía a Canarias en sus labios y muchas de las comidas que hacía, pues era una excelente cocinera, tenían sus raíces en las de las Islas Canarias.
Volvió a Telde a ver a su familia para despedirse de ella en sus años ya postrimeros, regresó encantada, pero se quedó aquí en Extremadura. en su segunda tierra, con sus hijos, sus restos descansan en Medina de las Torres.
No me compete a mí ensalzar las virtudes de mi madre, no procede, pues sólo tendría alabanzas para ella, no obstante indicar que dejó buen recuerdo en Salvatierra por su carisma, cortesía, bondad y por su peculiar forma de hablar, con su acento canario, que nunca perdió a pesar de los muchos años transcurridos, sin tener contacto directo con sus paisanos.
Todavía la recuerdan con afecto en Salvatierra, sobre todo algunas de las vecinas de la calle Manuel Vinagre, donde estaba ubicada la Casa-Cuartel de la Guardia Civil donde nos instalamos en un principio a final de la década de los 50 o en la calle Francisco Montero donde pasamos a residir en la casa que fue de Pío Nisa, al fallecer mi padre y por último en la calle la Virgen, donde también residimos, en la casa que hoy ocupa Ricarda Castaño, la viuda de Alejandro el alfarero.
Por las circunstancias personales anteriormente expresadas, me he permitido incluirla dentro del catálogo de “personas singulares” de Salvatierra de los Barros