Desde cualquier punto desde el cual podamos ver el Castillo, al observador siempre le llamará la atención, es imposible que rehúya la vista, a la fuerza tiene que mirarlo y claudicar ante la magnitud de tanta belleza, y si el viajero va dotado de una cámara fotográfica, no podrá sustraerse ante la tentación de obtener una imagen del mismo.

En esta ocasión, el viajero ha perpetuado la imagen de esta preciosa fortaleza del S. XI, desde la carretera del Valle de Santa Ana, en primer término vemos el depósito del agua potable que surte a la población y en lo alto, en la cima de la sierra, el Castillo, sus inmediaciones está, adornadas por una exuberante vegetación de distintas variedades de flora, como son olivos, higueras, castaños, el monte bajo…, que le da a todo el conjunto, una particular belleza.