No quisiera parecer pesimista con este comentario, pero sí opinar con ojos de viejo que los pueblos al menos estos pequeños como el nuestro de Salvatierra de los Barros, difieren mucho de aquellos que recuerdo de mi infancia en los que la presencia de las fuerzas vivas como era el alcalde, el cura, el maestro, el médico o el comandante de puesto de la Guardia Civil, su presencia era permanente y constituía la estampa clásica de entonces y que hoy han desaparecido.
Ahora vemos como el alcalde es una especie de funcionario que llega al ayuntamiento despacha y se va, lo mismo ocurre con el secretario. Aquellos oficiales del ayuntamiento circunspectos y serios que nos atendían también han desaparecido, ahora nos atiende gente joven que dicen están más preparada…
Al cura nos lo tenemos que repartir entre dos pueblos con el consiguiente cambio de horario de los cultos durante la semana que el sacerdote tiene que acoplar acuciado por las necesidades de los pueblos, dicen que el motivo es la escasez de curas, las vocaciones escasean.
La figura del maestro de escuela tres cuartas de los mismo, no los vemos, ahora son profesores y la mayoría vienen a trabajar durante las horas lectivas y se marchan a otros pueblos que es donde residen, llegan a la escuela se van y no llegamos casi a conocerlos y ellos no nos conocen a nosotros.
El cuartel de la guardia civil lo han cerrado debido a su deplorable estado de habitabilidad, se lo han dejado caer, la presencia estas fuerzas del orden en el pueblo data desde mediados del siglo XIX; a los guardias les pasa lo mismo que a los maestros, vienen a realizar su servicio y cuando acaban el horario se van. Ahora han abierto en el Matadero una pequeña oficia en la que atienden a los vecinos a horas determinadas.
No tenemos la presencia permanente día y noche del médico, boticario y practicante, trabajan durante la mañana en el consultorio y una vez finalizada la jornada se marchan, las urgencias las atienden en Santa Marta; de la farmacia diremos que tiene un horario comercial si necesitamos medicinas durante horas intempestivas o en fiestas hay que trasladarse asimismo a Santa Marta, allí a través de una especie de ventanuco nos dispensan los medicamentos si es que van las recetas correctas, en fin…
Los bares han quedado de forma testimonial, los dos de la Plaza abren tarde y cierran temprano, opinarán que para qué van a estar como aquellos antiguos taberneros de mostrador de tabla esperando a que lleguen los clientes, ahora la cerveza y el vino en su mayor parte se beben en casa.
Todas estas estampas rurales que eran clásicas en los pueblos no existen, ahora a todo se le ha dado un aire moderno; ha desaparecido también la figura clásica del hombre del campo, el medio rural agrícola y ganadero lo vemos casi abandonado, antes se mimaba más a la encina y al alcornoque, también a la viña, al sembrado y a la huerta…, es cierto que la economía le ha dado un duro y fuerte golpe a la ganadería y en especial al cerdo ibérico que es la esencia de todo lo nuestro y el principal cauce de riqueza del pueblo.
No nos olvidamos que debido a las circunstancias de los tiempos actuales a la alfarería ha sufrido un fuerte varapalo; la alfarería ha sido el gran sostén de Salvatierra, la alfarería fue por los años 60 un freno muy importante para que los salvaterreños no emigraran a aquellos países de Europa como Alemania, Suiza, holanda, Bélgica o Francia, aunque haya que reconocer que la gente de nuestro pueblo ha emigrado siempre, puede que más que las de otros pueblos de Extremadura puesto que los arrieros de aquí se conocen todos los caminos de España los que han pateado infinidad de veces vendiendo sus cacharros desde tiempos inmemoriales.
En fin, las calles de Salvatierra de los Barros las vemos en muchas ocasiones desiertas no como aquellas de mis tiempos jóvenes, que encontrábamos alas vecinas en las calles barriendo o limpiando, las gallinas picoteando en el empedrado o las caballerías transitando por ellas o atadas a las rejas.
El pueblo de aquellos tiempos que no volverán era diferente, éste es más silencioso, no hay ruidos, no hay voces, ni canciones de las amas de casa que cantan mientras laboran, ya no huele a pan recién cocido no a jara quemada, ahora solo hay coches en las calle usurpando las aceras e impidiéndole el paso a las personas; las calles se encuentran solitarias y las puertas de las casas cerradas a cal y canto con sus moradores dentro sentados en el sillón viendo la televisión, el sonido del aparato lo delata.
Son recuerdos de un hombre de cierta edad, desde luego no deseamos que vuelvan aquellos otros tiempos, pero sí que la economía nos sea más propicia para que la alegría se manifieste.
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