Las mujeres a las que llamábamos -las llamamos- “bruñeras” en nuestro pueblo Salvatierra de los Barros, eran aquellas que se dedicaban al arte de bruñir los cacharros que los alfareros fabricaban en el torno, operación que llevaban a cabo antes de que éstos entraran en el horno para ser cocidos.
Decimos que “eran” porque en la actualidad este trabajo casi ha desaparecido, sólo lo hace un número muy reducido de ellas y solo a nivel familiar; las legendarias bruñeras efectuaban su trabajo por un estipendio económico más bien modesto y su labor la realizaban con un canto rodado que mojaban con su propia saliva el que deslizaban a través de la superficie húmeda de la pieza alfarera a adornar obteniendo unos hermosos ramos y figuras que resaltaban en el cacharro debido al brillo que le imprimían.
Pero en esta ocasión no nos referiremos a estas mujeres, ya habrá ocasión para ello, hoy en la fotografía mostramos otra clase de trabajo que la mujer realiza, que aunque es una labor muy parecida no es igual, ésta es más bien “decoradora”, en la imagen la vemos dibujándole a un cerdito que los niños utilizan como huchas unos ojos llamativos, opinamos que el dibujo debe ser sugerente para que llame la atención a los niños.
La mujer en la alfarería ha sido y es el principal sostén de este trabajo, la labor de ellas en este noble oficio se puede considerar imprescindible, puesto que si el alfarero es quien hace los cacharros, toda la elaboración posterior hasta llegar al horno corre a cargo de las mujeres; estas alfareras son las que con su exquisito gusto consiguen ese toque de belleza final que sólo las manos femeninas saben imprimir.
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