Casi finalizada la década de los cincuenta del pasado siglo XX, llegó a Salvatierra de los Barros el alumbrado público, hasta entonces las calles durante las horas nocturnas, permanecían a oscuras totalmente y los hogares se iluminaban con candiles de aceite, quinqués de petróleo o carburadores éstos últimos emitían una luz viva, muy distinta a la de los candiles que era mortecina y apaga; al transitar por las calles sólo se reconocían a los viandantes en esas noches oscuras bien por el tono de voz o como se suele decir identificando el bulto y eso que la visión la teníamos adaptada y más desarrollada que ahora debido a las circunstancias.
El viajero era un muchacho cuando por las calles del pueblo pululaban los obreros de la Compañía Sevillana de Electricidad, colocaban en las fachadas de las casas las palometas donde irían los cables del tendido eléctrico y precisamente donde habían dado un brochazo con pintura roja (aún queda algún que otro vestigio de esta pintura) señalando el lugar donde se instalarían dichas palometas.
Posteriormente, estas palometas dejaron de tener utilidad, posiblemente por la escasa resolución de los cables que fueron sustituidos por otros de mayor envergadura, dándose la circunstancia de que los mismos han sido afianzados mediante fuertes grapas en las paredes de las casas, que además de afearlas tienen que soportar el peso de dichos cables, estos cables en ocasiones forman un entramado o más bien un lío, en las distintas calles que las afean por resultar antiestéticos, cuando no cuelgan indolentemente quedando al alcance de cualquiera, el viajero piensa que esto debería de tener un remedio.
La fotografía nos muestra una de aquellas palometas que sirvieron en un principio para alumbrar al pueblo, estas que subsisten ahí han quedado por no haber sufrido la fachada transformación alguna desde aquella lejana época.
Son recuerdos de la juventud…
5 de agosto de 2015