Una de las muchas familias extremeñas que residen en Madrid y que no pierden el contacto con su localidad de origen, que conserva su casa en su pueblo, que se desplaza varias veces al año para pasar unos días con sus familiares y que es muy conocida entre sus paisanos, sufrió una experiencia desagradable en su última visita.

Manuel M. M. y su esposa, como hacen otros años, llegaron a Salvatierra un fin de semana de este mes de enero para realizar su matanza. Tenían todo preparado y procedieron a sacrificar los cerdos y elaborar los productos propios: chorizos, salchichones, lomos, etc. El sábado acabaron las faenas y quedaron colgados todos los productos en una nave en la que suelen hacer estos menesteres, situada en el extrarradio del pueblo. Pensaban volver más adelante, para llevar a la capital tan preciados alimentos y compartirlos con sus hijos, nietos y familia que están esperando cada año este acontecimiento que les proporciona unos producto sanos y gustosos de su tierra extremeña.

El domingo, temprano, Manolo se levantó para encender la candela que orease la presa y para que la humedad no afectase a la chacina. Su sorpresa fue mayúscula. Se habían llevado toda la matanza. Bueno toda no, los ladrones le dejaron, para que probaran algo, unas cuantas morcillas y un trozo de tocino. Inmediatamente denunció el robo a la Guardia Civil, que comprobó que los cacos habían entrado por la techumbre desatornillando una de las placas metálicas.

Manuel M. M. y su mujer regresaron  a Madrid con un considerable enfado por  las importantes pérdidas económicas que supone  una matanza domiciliaria, las muchas horas de trabajo que supone para toda la familia y amigos que colaboran en las faenas, además de porque este año se quedan sin su rica chacina.