En la década de los 50/60 del pasado siglo XX, había una figura que visitaba periódicamente nuestro pueblo Salvatierra de los Barros sobre todo en las fechas previas a las matanzas; un hombre al que recordamos alto y estirado, vistiendo una chambra amplia, larga y de color gris tocado con un sombrero de alas anchas, era el latero.
Su pregón anunciando su visita a las clientas era inconfundible “..el lateroooooo…, se arreglan toda clase de latas, lebrillos, orzas, tinajas…”, al hombro portaba una caja de madera que contenía muchos cachivaches que correspondía a toda su herramienta, en la mano un hornillo o anafe encendido con un largo alambre que le servía de asa, en este hornillo enterrados entre las ascuas sobresaliendo los mangos de madera dos o tres aparatos que servían para calentar el estaño que le servía para soldar y tapar los agujeros de las vasijas a arreglar. En la otra mano portaba paraguas, latas, tapaderas…
En la misma calle el latero montaba su taller donde procedía a reparar los utensilios; si se trataba de tapar un orificio el latero limaba la parte afectada y luego sacaba un bote de cristal que contenía un líquido amarillento (acido clorhídrico), con el que impregnaba el lugar a reparar con un pincel, luego pasaba el soldador sobre la pez rubia y con el estaño tapaba la parte afectada; el latero reparaba embudos, candiles, jarras, etc., hasta los utensilios de cerámica como eran los baños, platos, pucheros, baños y orzas de las matanzas los que presentaban rajas las reparaba con una leve capa de cemento y la colocación de unas enormes grapas de hierro.
Era un filósofo el latero, cuentan que mientras realizaba su trabajo le llamó la atención el vuelo de un avión y comentó: “lo que hacemos los artistas…”
Son historias de antes…
La fotografía la hemos extraído de Internet.
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