Es cierto que ya nos hemos referido en otras ocasiones a la insustituible participación de la mujer en la alfarería, y por cierto, no nos quedará más remedio que volver a hacerlo en muchas otras ocasiones, no nos podemos excusar de ello y menos cuando llegan a nuestras manos fotografías tan hermosas como esta que se muestra.
La imagen es la de una madre y su hija dedicadas atentamente a la tarea de adornar sendas vasijas que han salido de las manos de los hombres de la casa.
Sin esta labor tan necesaria y precisa que hacen las mujeres estamos en la absoluta convicción de que estas maravillosas obras de arte, pues así pueden considerarse, no saldrían a la calle y por lo tanto no podríamos disfrutarlas. Hay que reconocer que el hombre no reúne estas facultadas primorosas que sólo son innatas de las manos femeninas.
Si el trabajo del alfarero es sacrificado también lo es y puede que más el de las mujeres, pues ellas están pendientes del oficio y trabajando al compás con el hombre, la misión de la mujer comienza nada más salir la pieza del torno a la que la está atendiendo y mimando hasta que es introducida en el horno para su cocción, pero no acaba ahí, hay que envasarlas, cargarlas, transportarlas y acompañar al artesano en el stand donde se exponen y se venden.
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