Ya hace doce años de aquello, el viajero se refiere a cuando los albañiles emprendieron manos a la obra para la restauración de las bóvedas de la Iglesia Parroquial del Mártir Señor San Blas de nuestro pueblo Salvatierra de los Barros.
En muy malas condiciones se encontraban por aquellas fechas, las bóvedas de la iglesia que acusaban los embates del tiempo tras más de cuatro siglos de vida. Las filtraciones de agua de la lluvia y la humedad, amenazaban la integridad del interior del Templo; ello animó al párroco Don Prudencio Boza Gala, a la sazón párroco de la misma que en gloria esté, a emprender las obras de reparación, cuyas obras se llevaron bajo los auspicios de las limosnas de los fieles y las subvenciones de algunos estamentos oficiales.
Cuando los albañiles comenzaron a sanear las bóvedas, encontraron un verdadero tesoro, consistente en un numeroso y variado conjunto de piezas de alfarería, que sirvieron para rellenar los espacios producidos entre las curvas de la bóveda y el espacio donde se apoyan.
El conjunto de estas piezas es muy variado, está compuesto por piezas muy usadas y en general con roturas que no tenían aplicación alguna en los hogares, en el argot alfarero se le dice magullo.
Estos cacharros son una fuente muy importante para los estudiosos del tema, que cuando los analicen y estudien nos desvelarán los orígenes y muchos misterios de la alfarería salvaterreña.
Por estos técnicos sabemos que el singular y típico botijo o porrón como aquí le llamamos, no lo hacían los alfareros del S. XVI, no apareció ninguno entre los demás cacharros.
En la foto aparece un ejemplar de los hallados en los tejados de la iglesia, una orza en basto. que tras muchos calentones en la hoguera, perdió su integridad, su utilización en el hogar dejó de ser efectiva, pero sí sirvió para el relleno a que nos hemos referido.
Estos detalleS forman parte de nuestra historia.
4 de junio de 2015