En estas fechas estamos en el pueblo celebrando el llamado Puente de la Constitución o de la Inmaculada, según lo mire unos u otros; el viajero durante estos días de asueto ha paseado por el campo, y a la amanecida del día, se detuvo ante a la higuera solitaria; estamos en pleno otoño, a las puertas del invierno y el color ocre de la estación está patente, aunque a decir verdad durante estos días que estamos disfrutando por nuestra Extremadura de un clima que más parece de primavera que de otoño, puesto que luce un sol esplendoroso que nos calienta durante el día aunque haga frío en las amanecidas y al atardecer.
El paseante, se fija en el alfombrado que la higuera ha ido tejiendo sobre el suelo con el desprendimiento de sus hojas secas de color marrón atabacado, el viento las ha ido arrancando poco a poco de sus ramas.
La higuera se ha quedado desnuda, es el otoño una estación melancólica, de posible tristeza para muchos que aunque no sea profunda nos invade levemente, puede que esta melancolía permanezca en nuestros interiores desde el pasado mes de los difuntos, que es mes de evocaciones, aunque también lo sea este mes de diciembre, sobre todo para los de más edad, que recuerdan al ausente con el que estuvo antes junto celebrando las festividades navideñas
Vemos a la higuera también triste, sola, desposeída de sus verdes hojas y sin vestido, así permanecerá, hasta que allá por la primavera le empiecen a brotar los botones de ese color esmeralda, para entonces el sol lucirá rubicundo en el cielo.
10 de diciembre de 2014