El viajero se percató de la presencia de este botijo vidriado, hecho en nuestro pueblo, cuando se encontraba realizando un viaje algo lejos del mismo; de todos es sabido que cuando un salvaterreño ve una pieza alfarera, lejos del ámbito del pueblo esté o no vinculado a la alfarería, su primer comentario es indicar que ha sido hecho en su pueblo. Este botijo ya no cumplía su misión específica, estaba en un establecimiento comercial cuyo propietario lo tenía de adorno.
Los botijos vidriados, los hacían los alfareros para su utilización durante el invierno, ya que al encontrarse tapados los poros del barro por el vidrio, el agua permanece más caliente en su interior que en un botijo normal; los porrones “coloraos” sin vidriar permiten la evaporación del agua y por consiguiente el refresco de la misma.
El viajero medita mientras examina la pieza y piensa que ya tiene sus años, que es antiguo este botijo y que fue traído a este lejano lugar por aquellos hombres sencillos y trabajadores que eran los arrieros; no sé cuántas veces lo tendremos que repetir, pero ellos han sido los que han llevado el nombre de Salvatierra de los Barros por todos los pueblos de España, han traspasado las fronteras y ha surcado los mares para vender estos cacharros, ellos son los que le han dado el renombre y la fama que aún perdura de Salvatierra de los Barros.
Hasta ahora en Salvatierra de los Barros, no ha sido reconocida de forma fehaciente la figura carismática y entrañable del arriero y a su burro cargado con unas angarillas repletas de cacharros; es el arriero quien ha llevado el nombre del pueblo a todas partes, alguien ha dicho que han sido los “Embajadores de Extremadura” y por ende de Salvatierra.
Bueno sería erigirles un monumento, como así lo han hecho en otros pueblos con las figuras emblemáticas de los suyos (vendimiador, vendedor de ajos, pimenteros, mochileros…) colocándolos en los lugares más significativos de la población.
El alfarero en Salvatierra ya tiene el suyo, muy merecido, desde luego, y representado mediante un gran botijo a la entrada del pueblo por la carretera de Zafra, pero tenemos que reconocer que poco habrían avanzado los alfareros, sin la intervención de los arrieros, puesto que ellos desde tiempos inmemoriales fueron los que llevaron los cacharros que estos alfareros hacían hasta los lugares más recónditos de España, en los tiempos del arriero, difícilmente los compradores hubieran venido al pueblo desde lugares ignotos a adquirir sus cacharros.
28 de marzo de 2015