El viajero ha hablado y hablará de ese hombre archiconocido por todos, que es el arriero de Salvatierra de los Barros, el que con su compañero el burro, cargado con las angarillas repletas de cacharros, salía del pueblo a principios de primavera para regresar una vez finalizado el verano.

Ambos recorrían los intrincados e interminables caminos de España visitando sus pueblos y sus ciudades, ofreciendo los cacharros que aquí se fabricaban.

Hace ya varias décadas que el arriero desapareció de la piel de toro; con la llegada del plástico, de los electrodomésticos y otros adelantos, los cacharros que componían la llamada “alfarería del agua”, pasaron a mejor vida, las amas de casa dejaron de adquirirlos por no serles últiles en el hogar.

Nos obstante el arriero gracias a su espíritu aventurero no se amilanó, la aventura es algo que va implícito en su persona y no renunció a esa vida buhonera. En las grandes ciudades sobre todo en Madrid trocó la venta ambulante de cacharros por la de frutas, muchos de ellos lograron una buena situación en este campo.

Actualmente al arriero sólo lo vemos cada dos años con motivo de la celebración de la Feria Internacional del Barro en Salvatierra, para ello se presta un vecino a representarlo con motivo de este acontecimiento con el objeto de no perder el innegable protagonismo que este hombre tuvo en la alfarería. La fotografía fue tomada con motivo de una de las ediciones de la Feria.

Este comentarista ha abogado en varias ocasiones en que debería inmortalizarse en Salvatierra de los Barros al arriero mediante un monumento al igual que se ha hecho con el botijo que representa a la localidad alfarera y a sus alfareros, a decir verdad poco hubieran hecho estos artesanos sin el arriero que fue el con sacrificios y muchas penas llevó los cacharros a todos los rincones.

19 de junio de 2015