En el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1751, al que le dio respuesta el Ayuntamiento de nuestro pueblo Salvatierra de los Barros a su pregunta número 17 sobre los MOLINOS HARINEROS, dijo que en el término municipal de la indicada villa había diecisiete molinos que molían con agua dotados con una muela o piedra a los que surtía una fuente  que corría todo el año, aunque en el verano no alcanzaba más que a la mitad, se trata de la llamada Rivera de Salvatierra llamada también de Nogales.

Era muy significativo el interés que sobre estas instalaciones representaba como instrumento de poder para quienes detentaban la jurisdicción de un territorio, ya que con la posesión de estos artefactos hidráulicos se podían permitir los poderosos regular la utilización y el monopolio de una industria tan necesaria en aquellos lejanos años

El acaparamiento, prácticamente en exclusiva de los mismos, por tales estamentos llegó a nuestros molinos harineros, así, Lorenzo Suárez de Figueroa de la Casa de Feria, no dudó en pagar la elevada cantidad de 30.469 maravedís y 300 reales de plata por adquirir en 1405, tres molinos harineros situados en Salvatierra de los Barros. Prueba de la rentabilidad política y económica de la operación, es su elevado costo, que se comprende mejor si se recuerda que pocos años antes, el mismo personaje, había comprado dos pueblos enteros -Nogales y Villalba- abonando por ellos cantidades sensiblemente iguales.