Cuando paseamos por esa parte del término municipal de nuestro pueblo, la más verde y la más ubérrima que los “Amigos de Salvatierra” bautizaron como la “Ruta de los Castaños”, donde podemos admirar una vegetación autóctona de bosques de encinas, alcornoques y castaños, es además un lugar privilegiado donde abundan las hierbas olorosas como el espliego, el romero o el orégano, abundante también en setas en su tiempo.
Allí se encuentra una de las estampas más hermosas que podemos contemplar, se trata de las ruinas del que fuera Convento Franciscano de Santa María de Jesús, situado en un lugar privilegiado, uno de los más agradables y apacibles de aquella zona, nos paramos a contemplarlo y nos hacemos la pregunta de que cómo sería cuando este noble edificio estuviera en pie y tuviera vida, e, y nos imaginamos a sus moradores los hijos de San Francisco dedicados al cultivo de la huerta, al estudio y a la oración.
Cerramos los ojos y nos trasladamos al año 1506, fecha en que llegaron los frailes a este convento y vemos la huerta ubérrima dando frutos y hortalizas para la comunidad, también observamos la presencia de los frailes cavando en la fértil tierra y oímos tañer la campana que se encuentra en la espadaña que milagrosamente aún permanece en pie cuyo sonido será sólo oído por los labriegos que cultivan las aledañas tierras y por los señores del cercano Castillo Hernán Gómez de Solís y su esposa Doña Beatriz Manuel de Figueroa hermana del Conde de Feria que mandaron construirlo.
Hoy aquello es una completa ruina, lo demuestra la fotografía, ahí permanecen aún estos restos de las paredes sólidas de lo que fue la Iglesia y que las inclemencias y el transcurrir de los siglos aún no ha logrado hacer caer al suelo, ahí permanecen como mudos testigos de otros tiempos lejanos que nos hablan de nuestra Historia. El lugar fue bien escogido por los Señores de Feria para morada de los frailes, aquello es un remanso de paz y tranquilidad.
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