Puede que a bote pronto la persona que muestra la fotografía no sea reconocida inmediatamente. Se la hicieron durante sus años jóvenes a nuestro paisano Cándido SUERO NAHARRO, al que cariñosamente se le conocía en nuestro pueblo Salvatierra de los Barros como Cándido “Canuto”.
Primero aclarar que en ocasiones para que ciertas personas puedan ser reconocidas no queda más remedio que nombrarlas por sus apodos antes que por sus propios nombre y apellidos (cosas de los pueblos), son apodos que se han venido utilizando desde siempre y por ellos se le han nombrado desde que eran muy niños, algunos de estos apodos heredados de sus antepasados; esta aclaración se hace para que nunca nadie interprete que se hace de forma peyorativa, nada más lejos del ánimo del comentarista que no pretende en ningún momento menospreciar a nadie, ya se sabe: en los pueblos casi todos tenemos motes y ojalá nos los digan durante muchos años siempre que no se haga con el ánimo de ofender.
En fin, vamos a referirnos a Cándido Suero Naharro, que para todo el pueblo fue una persona excelente y muy popular y el que ya no está entre nosotros. Cándido desde muy joven se dedicó a la venta de cacharros por esos mundos de Dios como muchos salvaterreños más, lo hizo durante muchos años por Cataluña, llegó a crear su propia “compañía” de arrieros empleando mozos contratados al efecto para la venta ambulante de estos cacharros y para ello contaba con un camión o camioneta la que cuidó hasta casi el fin de sus días.
De Cándido podríamos hablar mucho y bueno, cuando regresaba de sus viajes una vez acabada la temporada de los cacharros en el pueblo se dedicaba a la cría de cerdos con lo que contribuía a la economía familiar, pero a él lo que más le gustaba era dedicarse al transporte con su camión, lo mismo le veíamos cargado de pacas de paja, como de piedras de mármol, chatarra, animales, muebles, enseres, etc. etc., siempre estaba dispuesto a servir a los demás no negándose a realizar cualquier transporte por difícil que fuera de llevar a cabo, en ocasiones sin interés alguno y la pereza ese pecado capital no estaba dentro de su diccionario.
Para expresarse alzaba la voz debido a su incipiente sordera que luego avanzaría más, ello no le impedía para nada conducir su camión, al contrario, cuando conducía según sus propias expresiones oía mejor, nunca se cansaba de conducir por mucho tiempo que llevara al volante.
Estas gentes por su carisma, su forma de ser y siempre dispuestas a servir a los demás nunca se olvidan, se echan de menos y son populares entre sus paisanos y ese es el caso de Cándido. Tertuliano diario de las mañanas en la terraza del bar Casa de la Tomasa cuando estaba desocupado y siempre acompañado de su inseparable puro farias en la boca.
Era una de las personas singulares de Salvatierra de los Barros.
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