En la hemeroteca del periódico ABC de la edición de Andalucía encontramos un artículo que aparece en el diario del sábado 18 de marzo de 1972, se titula: “Nostalgias antañonas. EL PREGÓN CALLEJERO”, firmado por Joaquín Domínguez Martín.
Se refiere el periodista a aquella época que él conoció ya desaparecida de las calles de antaño en las que las gentes deambulaban sin prisas por las aceras y en mitad del empedrado resonaban las herraduras de las bestias y el rechinar de las ruedas de los carros. Hace una comparación con la vida del momento de su tiempo de 1972 en el que ve a las gentes hacinadas en autobuses y metros, intoxicadas por los gases de las manadas de automóviles y siempre apresurando el paso por las aceras en demanda de que cambie la luz del semáforo para cruzar la calzada.
En su artículo hace un repaso de los pregones que se oían en aquellas calles como el del vendedor de miel, el de las castañas, el afilador…, pregonando a voz viva su mercancía. En este artículo encontramos un párrafo que hace referencia al pregón de nuestro arriero vendiendo los cacharros de Salvatierra de los Barros, dice así:
“Los extremeños raza de conquistadores, recorrían toda España, y aún cruzaban los Pirineos adentrándose en el vecino país con una singular mercancía carpetovetónica. Oigamos su pregón: “Al buen botijo de Extremadura” y repitiendo solemnemente su pregón, caminando majestuosamente delante de su borrico, cuyo serón (angarillas las llamamos nosotros) se desborda de rojos botijos, vocea anualmente nada menos que 70.000 botijos para el agua fresca de un tiempo sin frigoríficos ni bebidas carbónicas de ese pueblo que se llama Salvatierra de los Barros. ¡Al buen botijo de Extremadura! ¡Fresco, fresco!”
Para los de nuestro pueblo es muy grato encontrarnos con estas referencias literarias dedicadas a nuestros cacharreros y es precisamente a ellos a quienes les tenemos que agradecer que nuestro pueblo salga en los medios de comunicación y sea conocido en todos los puntos de España. Esta figura ha desaparecido, ahora hay otros “arrieros”, ahora son los mismos alfareros los que salen de Salvatierra de los Barros con su furgoneta cargada de cacharros más finos y de elaboración más sofisticada, para intentar vender lo que producen en las grandes capitales y ciudades en Ferias y Mercados del Barro, aunque es una estampa muy diferente, ahora van bien vestidos y aseados y sufriendo menos fatigas pero no dejan de ser alfareros-arrieros.
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